Ayer tuve la ocasión de contar en casa la historia de Enric Moner. Mis padres atendían con sorpresa, preguntando y reflexionando juntos sobre todas las cosas que le sucedieron.
Les comenté lo importante y necesario que es la transmisión de las micro-historias de cada familia, y que conectadas entre sí puedan formar una red de historias colectivas de la memoria. Cada una ayuda en la comprensión de las demás. Igual que sucede con la de Enric, ¿Cómo hubiera escrito la biografía de Enric sin los testimonios de otros testigos?. Hubiera sido imposible solo con los documentos oficiales. Las cartas, descripciones o pequeños recuerdos escritos por los deportados y supervivientes me han servido para comprender muchas cosas e hilar la historia con más coherencia.
Mi madre y yo, recordamos las largas sobremesas que en reuniones familiares hacíamos en casa de Aitite y Amatxi, mis abuelos. Mientras los primos más pequeños jugaban o veían la tele, algunos nos quedábamos oyendo a nuestro abuelo o aitite Sabin contar sus historias, sus viajes, su vida en el exilio venezolano expresando su dolor por dejar tanto tiempo a su familia y esposa en Bilbao o sus recuerdos y sus impresiones.
Algunas veces eran noveladas, otras con datos históricos concretos, salpicadas con anécdotas personales que daban un aire de épica, en un mundo de buenos y malos que a oídos de un chaval como yo, iba formando recuerdos en capítulos algo inconexos o poco ordenados. Sé que mi primo mas pequeño, llamado también Sabin, y su madre, mi tía- izeko Elisabete-, grabaron en audio durante una temporada a mi Aitite. Quizás para precisamente ordenar algún día esos recuerdos o memorias.
Me acuerdo, en uno de esos días que él nos contó cómo en la Guerra Civil, aparecieron desde el pueblo de Otxandiano unos soldados italianos perdidos en Urkiola y cómo los detuvieron, argumentado que esa guerra fue la antesala de una mundial, y que ellos tuvieron que luchar en desventaja. O otro día me dijo que al finalizar la guerra se escapó cuando estuvo retenido para entrar en la cárcel en Bilbao, y aunque despojado de su ropa y solo con su muda de manga larga pudo recorrer las calles vacías de Bilbao hasta llegar a casa y esconderse. También recuerdo cuando íbamos al monte juntos, y me enseñaba los restos del "cinturón de Bilbao" (defensa de Bilbao +info que no surtió efecto por haber sido "mostrada" por el ingeniero Goicoechea al otro bando. +info) y me recalcaba la importancia de vestir con un sayo, o camiseta amplia, como lo hacía él cuando era joven, (para crear una corriente de aire y mantener así fresco el cuerpo) en sus largas marchas de "mendigoizale" (montañero) y como integrante de algún batallón de los "Jagi-Jagi". Grupo este que consideraba el conflicto una nueva guerra española, otra Carlistada en la que el nacionalismo debía declararse neutral. Pero después de un congreso en Durango las posturas de intervención se impusieron, pero Aitite decía que a regañadientes.
Seguido pasaba a contar, su exilio en Venezuela (1950-1959), como cuando se enfadó con mi abuela, Amatxi, porque le pilló en el Bar-Restaurante-club de su propiedad, rellenando las botellas de la misma marca medio vacías de licor o whisky escocés; Bar - Restaurante "el sitio" en la Quebradita de la Avenida San Martin, numero 47, en Caracas (que alquilo a un tal Don Conrado de apellido alemán que no me acuerdo), al cual acudieron incluso los famosos payasos "Gaby, Fofó y Miliki", que después serian conocidos como "los payasos de la televisión Española". Y me acuerdo también que explicaba que en el interior tenia una pista de baile y organizaba de vez en cuando conciertos con bandas... decía que incluso Celia Cruz había estado alguna vez en su local, y me lo creo.
Sus historias de conductor eran las mejores. Cuando me decía que los mejores conductores eran los que conducen con las muñecas, no dando volantazos con los codos, pues de esa forma no puedes coger mucha velocidad y el control del coche es más segura. Experiencia de buen conductor que fue adquiriendo con el tiempo, la práctica y la suerte; Como cuando por fortuna, se le dio la oportunidad de mejorar su situación mientras estuvo "obligado" a hacer la "mili" después de la guerra, en Burgos, destinándole a caballería. Y allí en las cocheras, mientras admiraba a los mecánicos arreglar los magníficos coches de los militares, llegó a ser uno de los choferes del General franquista Gómez - Jordana (+info) de quien hablaba con respeto y mas tarde también chófer del ingeniero militar burgalés, Don Victor Villanueva (+info), quien acuñó la primera moneda franquista de 25 céntimos (con aval del gobierno nazi, en una "guerra civil - monetaria" que también se libró) y con el que estableció cierta complicidad por ser Aitite discreto. Circunstancia que él aprovecharía para integrarse como "informador" en una red compuesta por Maritere Verdes (+info), su enlace, o con su primo Ambrosio Azkarate Zabala, que vivía en Mañaria. No tengo duda que Don Victor fue el que animó a Aitite a matricularse en la carrera de Química, primero en Santiago de Compostela y posteriormente le ayudaría en su traslado a la Complutense de Madrid al año siguiente (expediente que he conseguido encontrar en los archivos de la universidad), pues Victor Villanueva fue profesor al terminar la contienda. Como curiosidad, años mas tarde, en 1973, Don Victor (como así le llamaba mi abuelo) incluso fue invitado a la boda de mis padres, que no asistió pero si les regaló a los novios un frutero de tres pisos de metal y platitos de porcelana.
Conductor avezado, acostumbrado a largas rutas como camionero de transporte de pescado, donde se encomendaba a la Virgen de Itziar para no tener ningún accidente, nombre de la virgen que puso a una de sus hijas, mi madre. Orgulloso siempre contaba su destreza en temas de conducción, cómo cuando una vez encima de una moto y subiendo el puerto de Urkiola, se le cruzó un camión sin frenos y con una maniobra acrobática por fortuna pudo salir a la cuneta sin tener ningún percance, aunque al llegar a casa desfallecido cayó de la moto y le tuvieron que auxiliar frotándole con ortigas para reanimarle.
Al él debo, el toque maestro de chofer, de subir el pedal de freno justo antes de que el coche se pare en seco, y así evitar el incomodo golpecito de cuello, que me enseñó en sus incansables sesiones de maestro de autoescuela con su coche impoluto marca Rover, que mi Amatxi le compró recordando su antiguo flamante Ford con cambio hidromático que tuvo al volver de América.
Historias que algunas veces se hacían aún más reales cuando venían familiares de lejanas tierras, de Boise - Idaho (USA) que hablaban euskera con acento americano, enseñándonos fotos de grandes prados y miles de cabezas de ganado o de ovejas. Me impactó ver fotos de cómo arrancaban los testículos a los corderos con la boca o ponían una cuerdas al nacer y los testículos se les desprendían al cauterizarse poco a poco. Cosas que un chico de ciudad ni imaginaba. Aitite Sabin era el nexo entre la ciudad, el campo y el monte, entre la tradición y la modernidad, entre el pasado y el presente.
Él daba mucha importancia a esa transmisión de las vivencias, de la historia, de las canciones vascas, al euskera que incluso él, euskaldun (vascoparlante) tuvo que volver a aprender tomando clases particulares, y queriendo perfeccionar, pues "a fuerza" le hicieron olvidar o encajonar, culpa de la escuela y después de ese Patxi (apelativo de Franco). A él debo palabras tan bonitas como orbela (hojarasca), txitxiburduntxi (barbacoa que viene de: criadillas -txitxiak-/ "en parrilla "=burdina -hierro/ "txi" (txigortu, txingarra, txinpar ) = tostar, brasa, askua, chispa ), o kilikiliak (cosquillas) o palabras "sabinianigas" (para evitar prestamos de otros idiomas) , que algunas ya estan en desuso, como orlegi (verde), izparringia (periodico), bultzia (tren), urrutizkiña (teléfono). Daba tanta importancia a la transmisión del euskera, que me suscribió a la revista Kili-kili (revista juvenil para fomentar el vasco +info ) hasta mi madurez.
No faltaban sus locuaces resúmenes o reflexiones de la política reciente, después del noticiario de Etb2 (euskal telebista), comprometido como estaba con la justicia y los valores de la democracia y de la reparación de la historia reciente del País Vasco, su Euzkadi.
Euzkadi, por la que también se arriesgó en la dictadura, pasando la muga (paso de frontera) con propaganda en su coche, aquel Ford que compró al volver de Venezuela, que mantuvo algunos años la matrícula extranjera por tener Aitite nacionalidad Venezolana, y que más tarde, gracias al favor del Director de los Marianistas Don Francisco Armentia, se lo matricularon con la M de Madrid y un "numero" que no levantaba sospecha alguna, ni las veces que cruzaba la frontera, ni en otras, asistiendo a los "aberri eguna" (día de la patria vasca) que se celebraba clandestinamente en diferentes pueblos.
Yo recordaba que algunas historias las había leído también en algún articulo o libro encuadernado en casa, como la historia de la traída del agua que tuvo que hacer mi bisabuelo Julian de Bizkarra para llevar agua del manantial hasta el Hotel-Restaurante que había hecho construir y que aún regenta nuestra familia en el alto del puerto de Urkiola en la provincia de Bizkaia.
Fue entonces cuando mi ama, mi madre, se levantó y minutos después me dio en mano una carpeta roja...
La abrí y leí: "MEMORIAS DE JULIAN DE BIZKARRA Y ZABALA que nació en Mañaria el 16-2-1884 y murió en Urkiola el 25-5-1970" que escribió mi tía-izeko Elisabete, y que os dejo leer.
Aitite contó que jugó en el Deportivo Alavés, recalcando modestamente, "cuando aún no había subido a Primera División"...
¡Que historias¡