Hace unas semanas, asistí al pase de la película "Marco, la verdad inventada", en el Velódromo de Anoeta, dentro del programa de la clausura del Zinemaldia de Donostia - San Sebastián 2024. La impresionante sala de cine instalada para tal evento, estaba llena a rebosar. Con un aforo de más de 3.000 localidades, los cinéfilos esperaban expectantes la entrada de los protagonistas del film.
En la enorme pantalla se proyectaba la silueta de la actriz Cate Blanchett. La australiana, ganadora de dos Oscar, había llegado al Festival de cine para recibir el premio Donostia 2024. El publico ovacionó a las presentadoras al anunciar dicho galardón. Instantes después, y en medio de ese bullicio, pidieron que siguieran aplaudiendo a los directores vascos de la película que se iba a proyectar a continuación. Productores, directores y los actores, fueron subiendo a la tarima, saludando y dando las gracias a los organizadores y al público en general.
La película, había sido una apuesto desafiante, dijeron los realizadores Aitor Arregi y Jon Garaño. Micrófono en mano, en un tono distendido y cercano, confesaron que el proyecto había durado más de quince años y que esperaban que nos agradara y la promoviéramos. El largometraje, estrenado en el Festival de Venecia tan solo unas semanas antes con gran éxito, era un aval de confianza y, la proyección en Donostia, un motivo de orgullo para la productora Moriarti (+info), fundada en la ciudad en 2001.
La actriz Nathalie Poza, que ha interpretado a la mujer del protagonista, recalcó lo interesante de la película que mezclaba la realidad y ficción. A continuación el actor principal Eduard Fernández eclipsó toda la atención. Vestido de un holgado traje negro, elevaba los brazos agradeciendo la acogida. Sus palabras de elogio por la oportunidad de dar vida a un personaje tan camaleónico fueron recibidas con mucha admiración.
Y así se dio paso a la proyección de la película, ...
"Marco, la verdad inventada"
En film fue describiendo fase a fase, capa a capa, a un esquivo personaje, su protagonista, Marco, Enric Marco (1921-2022), un mentiroso que se hizo pasar por un deportado enviado a los campos de concentración nazis en Alemania. El personaje con el propósito de dar credibilidad a su argumentario, y mantenerse como presidente de la asociación de deportados más importante del estado español, va depurando su mentira hasta usurpar la identidad de un verdadero deportado. El espectador poco a poco queda atrapado entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la mentira, y contempla la arrogancia enfermiza del personaje con incredulidad y un toque de humor, causado tal vez por la vergüenza ajena. La superchería del personaje es vista como un delirio. La careta del personaje disfraza la realidad... hasta causar perplejidad en el espectador.
El argumento con claras paralelismos con la novela "El impostor" de Javier Cercas, me interesaba muchísimo, ya que esa novela ha sido el germen de mi motivación para investigar y adentrarme en la memoria de la deportación.
Yo conocía la historia en la que se basaba la película, lo suficiente a través de algunos protagonistas, a los que el personaje real causo sufrimiento por haberles mentido y abusado de su confianza. Y a mi, me costó disociar los sucesos reales con la ficción. Por tanto las secuencias que iba visionando, como piezas, las quería colocar el el puzle de lo que yo ya sabía anteriormente. Pero no sabía bien si se estaban encajando bien. Esto me impidió en un principio tal vez, disfrutar plenamente de la película, pero gracias al guion y la interpretación del actor principal, me ayudaron finalmente a entrar en un escenario teatral lleno de matices y, a retazos, logré hacer volar mi imaginación.
Aún así, mis reticencias me alertaban cuando algo era demasiado fantasioso o exagerado. Pero convencido de que la película no era un documental, aunque lo pareciese, sino un espectáculo, volvía entrar en la trama y apartar mi ojo crítico. Reconozco que fue una lucha interna... la misma tal vez que me motivo a investigar, al finalizar la lectura del libro de Cercas.
Nadie cita el verdadero deportado... Enric MONER.
Desde el principio, el film transcurre en un escenario teatral,... incluso hay un guiño en el guión para el espectador. Una advertencia de que lo que se verá a continuación es una puesta en escena, ficción. El film comienza con un chasquido seco de una claqueta, dando así el comienzo a la grabación del supuesto documental.
Algo que desconcierta en la introducción de los realizadores vascos, son las imágenes de los deportados en algún campo de concentración. Tal vez, de la liberación del campo de Flossenbürg, o tal vez no. Quien lo sabe. Luego la trama continua enfocando poco a poco la mentira. Al principio de una manera algo translucida, desenfocada. Las escenas transcurren en un ambiente pausado. La trama va retratando a una figura que incluso a mitad de película, hace reír al publico. Lo que para algunos concentrados en los hechos reales, como a mí, nos molestó.
A lo largo de la película, el movimiento de la cámara corresponde fielmente al zoom, al acercamiento al protagonista. El objetivo enfoca la falsedad, y finalmente los planos muestran al personaje, enfermo de su propio ego, que deja a un lado sus propios sentimientos y se apropia de los testimonios de los supervivientes, enriqueciéndolos con información de archivo. El personaje no tiene límites. Su mentira es capaz de borrar, inventar o exagerar la existencia de hechos reales sufridos por los deportados.
El reflejo del personaje principal en los espejos, se sustituye por primeros planos. Como si así pudiera borrar sus remordimientos y seguir adelante hasta el final. Convirtiéndose así también a su vez en un parásito, un organismo que vive sobre o dentro de un hospedador, que es la verdadera narración de la memoria de la deportación en boca de los supervivientes, a los que el protagonista, siempre los intenta apartar. Pero antes, se nutre de sus experiencias o a sus expensas, para contar de "una manera más convincente" su verdad inventada. El personaje principal se convirtió en un actor en la vida real.
Hay escenas sorprendentes. Cuando se mezcla imágenes de archivo y la ficción del propio largometraje, en ese momento, el ritmo adquiere una vibrante acción.
Investigación sobre el verdadero deportado.
Pero lo que también debe saber el espectador es que detrás de estas gestas heroicas hubo una persona que tomó descaradamente el nombre de Enric Moner y se hizo pasar por él durante casi 15 años. O mejor dicho, no tuvo reparos en utilizar el número del resistente de Figueres que le asignaron sus verdugos nazis, y tras empaparse de relatos fieles, estudiar libros (llegó a matricularse en Historia en la universidad) y leer, entre otras cosas, las memorias de los deportados supervivientes, pudo perfeccionar sus habilidades retóricas, nunca mostró remordimiento alguno.
Me pregunto como ha podido inspirar a tantas personas, hasta tal punto que incluso se haya hecho una película para retratarle.