Cuando hable por segunda vez con Juan Ocaña, pude preguntarle sobre su historia, su trabajo como Cónsul y sus logros en la vida. No lo tuvieron fácil, no, su familia en el exilio Francés.
Me contó como su padre después de salir con vida del campo de concentración y lograr trabajar en Francia, pudo reunir el dinero suficiente para que su madre, sus hermanas y él, que aún se encontraban en Albacete, pudieran cruzar la frontera clandestinamente. Ya que la guardia civil acechaba en al frontera, el pasador les recomendó que se pegaran a los árboles para no ser vistos..
Aún sentía el miedo al relatarme como veía a su madre adelantarse a hurtadillas, y como él mismo se abrazaba a los arboles aterrado. Hasta que por fin pudieron abrazar a su padre.
Juan pudo estudiar, y llegar a ser Cónsul Honorario. Se encargaba muchas veces de ayudar a los españoles que trabajaban en Francia. Aconsejándoles en el cobro de su jornal o en sus ahorros para poderlos mandar a España. Como anécdota me contó que su madre acostumbraba a dejar un plato preparado en la mesa para las visitas inesperadas, pues para ellos un "extranjero es un amigo que aún no se conoce" bellas palabras que se deberían repetir y recordar hoy también.
Le pregunté si en su condición de alto funcionario, no quiso llevar a su padre a Albacete, y este le comentó que no, que no podría ver al asesino de su hijo. Aquel médico del pueblo que por venganza mató a su pequeño, como lo cuenta Juan en la pequeña biografía que escribió de su padre José Ocaña, (+info) que podéis leer publicada en la pagina web deportados.es.
Juan me convenció de que debía escribir una pequeña biografía para la pagina web deportados.es, que Carlos Hernandez periodista y escritor del Diario.es, publica y edita. En esta pagina web, se pueden leer alguna de las biografías de los más de 8000 deportados españoles, que poco a poco Carlos va reuniendo, con la colaboración de las familias e historiadores.
Hoy se ha publicado la de Enric Moner, solo ver su fotografía junto a los demás compañeros de infortunio y de familiares de amigos que he ido haciendo en esta investigación, me ha emocionado. A partir de ahora allí estará Enric junto a muchos de ellos, hermanado como una pieza más para comprender la barbarie, pero arropado por otros en un signo de solidaridad, de respeto, de reparación, para que entre todos nosotros la memoria perdure.
Quisiera mencionar a otros españoles, que junto a Enric Moner, aparecen documentados en la misma hoja de registro del campo de Flossenbürg. Ellos merecen también ser recordados.